Juan José Cambre en Vasari

Pórtico
Juan José Cambre
Vasari
21.10.21 | 19.11.21

Con curaduría de Florencia Qualina, Juan José Cambre (Buenos Aires, 1948) reúne en la galería Vasari 33 pinturas y sus respectivas matrices de color que realizó para la puesta en escena de la tragedia Edipo Rey, dirigida por Cristina Banegas en el Teatro Nacional Cervantes en 2019. 

Arquitecto y colorista, Cambre complementa su actividad artística desde mediados de los años ochenta con la realización de escenografías o puestas-instalaciones. En el texto curatorial, Qualina remonta a 1984 su participación en obras teatrales, cuando Alberto Ure presentó en el Centro Cultural de la Ciudad (actual Centro Cultural Recoleta) una obra basada en la ópera Lucia di Lammermoor, de Gaetano Donizetti y Salvatore Cammarano: Lucía muerta. En la versión de Ure, Vivi Tellas interpretaba a Lucía y Cambre trazaba sobre una tela los contornos de las sombras que proyectaba la figura de la actriz hasta cubrirla de negro. En la escena final, escribió “sobre la superficie enteramente oscura: ¿Quién es el pintor?” –cuenta la curadora–. Aquella pintura –continúa– “nació y se desvaneció en ese momento. Sin embargo, su condición efímera no significa que haya sido esporádica: la continuidad no debemos buscarla en los cuadros monocromos realizados por Cambre desde entonces −o antes de aquella−, sino en la pregunta oracular” por la identidad. 

Las pinturas en Pórtico, así se titula la muestra, miden 29,4 por 42 centímetros cada una. En el teatro, las imágenes de las obras se proyectaban ampliadas sobre una pantalla en el fondo del escenario, donde se desplegaban en todo su detalle mientras se iban sucediendo con el transcurrir de la acción, “modificando su forma y color de acuerdo con la progresión dramática… Las primeras respondían a una relación distinguible con la arquitectura teatral clásica; las dos iniciales, construidas a partir de cinco franjas verticales, trasuntaban un pórtico griego. Luego, con sutitleza o virulencia, comenzaba un ritmo sostenido de modificaciones” –sigue Qualina–. A su vez, los personajes se movían en torno a una plataforma pentagonal inclinada y giratoria, con vestuarios cuya paleta cromática fue también creación de Cambre. 

La secuencia de imágenes comienza con una estructura sólida de cinco pilares que se van diluyendo hasta que “quedan dos bloques partidos al medio. Después, un campo verde y la otra mitad en blanco, como su memoria [la del personaje de Edipo en la tragedia de Sófocles]. Dos planos negros. Luego cinco. Tres. Hasta que una línea blanca cruza como un tajo el fondo rojo manchado de negro. El rojo sucio, un infierno abstracto. Blanco de nuevo; ahora es la imagen mental de la ceguera” –describe la curadora–. De esta manera, el lenguaje pictórico iba mapeando sobre el escenario “las relaciones entre pensamiento, acción y arquitectura en correspondencia con colores y formas” y esbozando al mismo tiempo una respuesta –sugiere Qualina– a la pregunta oracular por la identidad… del pintor.  

Acompaña la exposición una publicación que reproduce las pinturas y el texto curatorial, diseñado por Cecilia Szalkowicz y Gastón Pérsico. 

Simultáneamente, en la sala 1 de la galería, Vasari presenta Ver para creer, que reúne once dibujos de gran formato de Rómulo Macciò realizados con precisos trazos de birome sobre cartón, de 1971. Las obras habían sido expuestas en París en la década del setenta, pero permanecían hasta ahora ignotas para el público local.