Martín Legón en Barro

En la construcción de sus obras, Martín Legón (Buenos Aires, 1978) suele recurrir a soportes variados: utiliza desde instalaciones, dibujos, pinturas hasta procedimientos como la recuperación de colecciones fotográficas para enlazar de forma poética citas que provienen de la sociología, la literatura y la historia del arte. “Así como sucede con la yuxtaposición de un montaje de atracciones cinematográfico, las referencias que elige despliegan cadenas de enunciados críticos y conceptuales −explica la galería Barro, donde presenta su muestra Árboles profundamente artificiales−. En los últimos años, Legón revisita temas como las estructuras de trabajo, la producción de imágenes y el lugar del artista en la sociedad actual. A través de guiños a las fracasadas utopías modernistas, sus obras pueden vacilar entre atmósferas romántico-idealistas y cierto espíritu de decadentismo contemporáneo”. Árboles… parte de la premisa de que “entrar a una muestra es entrar a una ficción, y adentrarse en una ficción implica siempre una negociación”.

La muestra-ficción comienza en un espacio artificialmente oscurecido, cuya única fuente lumínica es la proyección en loop de una cinta de cien minutos de duración. Dividido en 128 partes, el video intercala escenas recolectadas de la web y otras de un banco de imágenes para publicidad. Sin un principio y final claros, el artista confiesa que “lo que cada espectador encuentra al ingresar a la muestra (y nuevamente al salir) es tan azaroso que intuyo pueden verse muestras distintas según los fragmentos que le toquen en suerte… La manera en la que estos modifican una lectura posible de lo que pasa del otro lado de la cortina me da un poco de vértigo”. La visión fragmentaria sugiere, no obstante, “que la publicidad secuestra el mundo; por eso el mundo está cada vez más genérico” −señala nuevamente Legón, parafraseando al escritor británico J. G. Ballard−.

Las siguientes salas contrastan con esta primera instalación por su claridad. Aquí nos alejamos de la imagen-movimiento para observar diversas series que reflexionan sobre el desarrollo de teorías pedagógicas como la de Friedrich Froebel, creador del concepto jardín de infancia. La muestra reúne en este espacio la instalación Cuerpos geométricos (2021), inspirada en los Regalos de Froebel, juguetes realizados a partir de bloques imantados de construcción para las primeras exploraciones infantiles acerca de color, forma y patrones. En la exhibición, este grupo de piezas de colores pastel y formas diversas se intercala con Nueve cubos negros, otra instalación geométrica, pero en que la forma, el tamaño y el color de las piezas son siempre idénticos.

Más adelante, las paredes perimetrales presentan una hilera de pequeñas imágenes enmarcadas en portarretratos metálicos: un grupo de 192 fotografías recortadas de un ejemplar de la revista de El Cronista Comercial de 1993 forma la serie “La visión de los líderes” (2021), en que cada imagen muestra el rostro sonriente y en primer plano de una figura influyente del mundo empresarial. Legón interrumpe esta hilera, cada tanto, con un dibujo –en total son diez– tomado de un libro infantil que cuenta la historia de la vida en un circo. En su recreación, están delineados con una técnica de marquetería sobre chapa, dispuesta sobre fórmica de los años setenta. 

Legón reflexiona a su vez respecto de la teoría pedagógica del psiquiatra René Spitz, cuyo mayor aporte científico proviene del estudio de los efectos maternales y la carencia afectiva. Spitz notó que “el niño sonríe a las personas que se le acercan, pero afirmando que la ocurrencia de tal comportamiento es producto de la presentación de un rostro cualquiera, incluso siendo artificial, siempre que se ofrezca de frente y en movimiento. Su aporte reveló entonces que el neonato responde también con una sonrisa social a una máscara o un muñeco” (Legón).

Árboles profundamente artificiales parece, sin embargo, proponer que estos desarrollos afectivos y pedagógicos no se limitan a la niñez. Los procedimientos que construyen imágenes mentales se expanden también hacia las etapas siguientes, como demostraría, por ejemplo, la serie “El ojo mágico”, que interviene páginas del libro del mismo título: concebido para la población adulta permitía “configurar imágenes en 3D una vez comprendida la técnica de visionado. Tiene un anclaje de época específico, mediados de los noventa, y son de las primeras realizaciones puramente concertadas con diseños realizados vía computadoras, comprendiendo de un modo perturbador algo de la manipulación de la percepción a niveles profundos. Quizás no se note, pero todos estos papeles tienen calada la palabra VIOLENCIA con la misma tipografía propuesta por [el artista] Juan Carlos Romero para su serie de afiches en los setenta” −agrega Legón−.

A partir de aquí, las imágenes en la muestra se diversifican: incluyen desde la publicidad de antidepresivos a fotografías de obras de arte, reproducciones de las fotos del fusilamiento de Severino di Giovanni publicadas en Caras y Caretas, calcomanías de Los Aristogatos de Walt Disney y letras de un alfabeto de plomo de los años treinta hasta un denario romano original y su equivalencia a valores actuales, además de una pipa para fumar paco, entre otros objetos. Acompaña la muestra un escrito del artista en el cual comienza sosteniendo: “no quisiera que… se vuelva un texto de sala”. Y concluye, después de dos páginas, con los datos de una cuenta bancaria que acepta donaciones para una cooperativa de cartoneros. Vistas en conjunto, las obras muestran una serie de operaciones que vinculan de manera compleja el artificio de la supervivencia a través de estrategias culturales y sociales que adiestran la mente para la formación del valor y del sentido. “Cada vez es más común tener que pagar para no ver o escuchar publicidades –comenta Legón−. La Soap Opera es mental, y hay un terreno que da miedo: el de las publicidades y la manipulación de los sueños”.