SURFUTURISMO
Ambientalismo & ficción
Por Lara Marmor
¿El futuro ya llegó?
Si por futuro se entiende ‘el tiempo que vendrá’, esta sensación extraña de soñar despiertos con paisajes y estados de situación imaginados por la ciencia ficción (desecación de paisajes, incendios devastadores y virus letales) nos hace pensar que quizás el futuro ya llegó. Entre olas de calor extremo y en ciernes a elecciones nacionales generales, quién y qué define nuestro porvenir. Artistas, chamanes e investigadores nos instan a reconocer y homenajear a Gaia y a la Pachamama, pero por qué no nos ocupamos del futuro del planeta, aunque digamos lo contrario.
Mientras que modificar nuestra relación con la naturaleza, reconocer todas las formas vivientes y respetar la biodiversidad son algunas de las premisas básicas del ambientalismo, somos conscientes de que imaginar desde el sur el futuro en un presente constantemente apremiante se torna un gran desafío. “Es fácil decir que no necesitamos más tecnologías avanzadas que dependen de la expoliación de la tierra… que necesitamos tecnologías reciclables y sostenibles, antiguas y nuevas: alfarería, energía solar… Para hacer un buen uso del mundo, para poder dejar de malgastarlo… necesitamos volver a aprender de él”, advertía en 2014 Úrsula K. Le Guin en la soleada California durante la conferencia Anthropocene: Arts of living on a damaged planet.
La escritora norteamericana, de la que las ciencias sociales del sur y del norte abrevan como referencia para pensar muchos de los problemas actuales de este mundo, sugería: “Una forma de dejar de ver a los árboles, los ríos o las colinas sólo como recursos naturales es clasificarlos como seres compañeros: parentela. Supongo que estoy tratando de subjetivar el universo, porque miren a dónde nos ha llevado objetivarlo. Subjetivar no es necesariamente cooptar, colonizar, explotar, más bien implicaría ir más allá de los límites de la mente y la imaginación”.
Sobre las obras
Lejos de paisajes tecno-apocalípticos o futuro-distópicos las obras de Marcelo Alzetta (Tandil, 1977 - Mar del Plata, 2021), Claudia del Río (Rosario, 1957), Lola Goldstein (BA, 1978), Mónica Heller (BA, 1975) y Lux Lindner (BA, 1966) animan, le dan voz ‒diría Le Guin‒ a árboles, animales y plantas. Amplifican nuestra percepción y sugieren, de manera cómplice, generar nuevos lazos basados en interrelaciones más cuidadosas, contra la forma extractiva, destructiva y sesgada que tenemos de vincularnos con todo ser viviente de la Tierra. Le dan vida a esta exhibición, cuya intención es habilitar otra manera de mirar, de habitar, de cuidar, de coexistir.
El fondo de las pinturas le dictaba al artista qué compañía necesitaba, así, entre abstracción geométrica y figuración narrativa, Alzetta daba inicio a escenas acres y encantadoras con perros caniche u otras entelequias tan amorosas como misteriosas. Por su lado, atenta a la transformación de los procesos de la naturaleza ‒en la que suele sumergirse por las noches mientras lo extraordinario sucede‒, Del Río, sobre la fragilidad del papel de arroz, da vida a criaturas con cuerpo de calabaza y maíz. Como ocurre con las obras de Alzetta y Del Río, en las piezas de Goldstein la geometría también dialoga con la figuración, pero, en este caso, las preguntas que dan origen a los paisajes, también nocturnos, son cuándo y cómo ocurre la metamorfosis de una sustancia a otra, ¿de qué manera se convierte una flor en otra cosa?
Heller, más corrosiva y abyecta, nos acerca conejitos que llevan a cococho a la Tierra derretida; excrementos y animalitos que conviven entre vísceras sonrientes y un árbol sexualmente hambriento, dispuesto a recibir al gusano de una manzana. Sus témperas ásperas y surreales dialogan con los dibujos de Lindner. Incómodos y herméticos, estos trabajos fueron realizados con la convicción de que la investigación de la historia y la economía es una tarea ideal para el arte por su capacidad de transformar las contradicciones en combustible. Esta serie, como otras, parten de una lectura original que el artista realiza de la historia para concebir aquello que él mismo acuñó, pensando en el futuro, Argentinística, Ciencia del Destino Argentino.
¿Se podría acaso vislumbrar la presencia de un futurismo vernáculo a partir de estas y otras tantas criaturas híbridas y animadas, emplazadas en geografías esquivas donde términos como animales, humanos o plantas exceden aquello que la ciencia moderna definió? El grupo de artistas aquí reunido comparte el enorme poder de elaborar complejos mundos ficcionales y, aunque sin la voluntad deliberada de proyectar una visión sobre el futuro, las fábulas que dan forma a sus obras conciben la posibilidad de construir otros mundos y futuros posibles.
Política y ficción
Con la misma confianza que Le Guin, la reina de la ficción especulativa tiene en el poder movilizador de las palabras y las imágenes ficcionales, Surfuturismo también dialoga con el Manifiesto ecológico político, a partir del cual Bruno Latour y Nikolaj Schulz ensayan algunas respuestas en torno a por qué, a pesar de la escala de la crisis ambiental, no es posible poner en práctica de manera colectiva medidas para detenerla. Los autores se preguntan cómo podría la ecología política pretender movilizar a las multitudes y, sobre todo, cómo hacer para crear una nueva clase ecológica. “De momento, la ecología política logra la hazaña de sembrar el pánico en las mentes y hacerlas bostezar de aburrimiento… De allí la parálisis de acción que suele generar”, advierten cuando intentan pensar cómo construir una nueva clase ecológica política. Si el reto consiste, por una parte, en hacer a un lado la proyección de un inexorable futuro infernal y un presente puramente restrictivo, nos preguntamos sobre el potencial de la imaginación artística para tender un puente en dirección contraria al horizonte de la distopía.
Imaginar con
El futuro no está adelante, sino en el cuidado de la Tierra.“Nuestra esperanza no está en el cielo lleno de espías y armas en órbita, sino en la tierra que hemos despreciado. No desde arriba, sino desde abajo. No en la luz que ciega, sino en la oscuridad que nutre”. El cambio de perspectiva al que apunta la misma Le Guin en Un discurso de graduación para zurdos (1983) ha sido el punto de partida de las plataformas diseñadas por el artista Mariano dal Verme.
Por otro lado, con el antecedente de la carta firmada en el 2020 por cientas de escritoras argentinas que tomaban posición ante el colapso climático ambiental, expresando un rotundo no a la quema de humedales, la megaminería y la deforestación ‒entre otros usos extractivos del planeta‒, y frente la proliferación de la literatura ambiental, Malena Rey fue invitada a colaborar con la escritura sobre este fenómeno, que va desde la ficción a la ecopoesía, y hoy se encuentra en un momento de gran esplendor.
Surfuturismo se enlaza con Después de la naturaleza (Espacio arteBA-Zurich, 2022), exposición en la que la curadora Sofía Dourrón reunió obras de artistas históricas y noveles que proponían una nueva relación con la naturaleza, a partir de materiales y poéticas orientadas a desarmar el binomio humano-no humano. Por último, el diseño del póster surge de charlas con Gastón Pérsico sobre afrofuturismo, del cual la escritora Octavia Butler es pionera y es también gran inspiradora de este proyecto.
Créditos
Diseño expositivo: Mariano dal Verme
Diseño pieza gráfica: Gastón Pérsico
Montaje e iluminación: Fernando Brizuela y Sandro Massironi
Producción general: Daniela Iramain
Invitación especial: Malena Rey
TEXTO MALENA REY
Mitos del futuro cercano
Apuntes sobre ficciones extrañas en Latinoamérica
por Malena Rey
Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, dijo el crítico cultural Mark Fisher (1968-2017) en una de sus afirmaciones más comentadas. ¿Y cuántas veces leímos insinuaciones de ese fin del mundo en una novela o lo vimos representado en una película apocalíptica?
J.G. Ballard, uno de los escritores de ciencia ficción más originales del siglo XX, apelaba también a la imaginación para expandir los límites de lo conocido. Curiosamente, él proponía rastrear mitos que no fueran los del origen, detenidos en el pasado, sino mitologías prospectivas que nos dieran claves para lanzarnos hacia el futuro con potentes especulaciones ficcionales.
¿Podemos conectarnos sensiblemente con lo que todavía no existe? Esa es una pregunta que la ficción especulativa se está haciendo en pleno siglo XXI. En un mundo cada vez más ansioso y tecnologizado, hay pocos resquicios para una imaginación colectiva capaz de generar acuerdos sobre cómo vivir juntos respetando el medioambiente y a todas las especies humanas y no-humanas.
Pero afortunadamente la ficción latinoamericana está en un gran momento: es terreno fértil ante una realidad oscura y amenazante. La imaginación literaria del presente nos provee de mapas sensibles alternativos con coordenadas más apocalípticas, espectrales, tecnocientíficas o lisérgicas, según a quiénes leamos. En este texto rastrearemos qué está sucediendo en la ficción especulativa de nuestra región y nos detendremos en dos propuestas poéticas con la intención de conocer nuevos paisajes en los que dejar pastar la mente cuando la realidad ya no nos ofrece tantas alternativas.
Nuevas ficciones especulativas en Latinoamérica
No es arriesgado afirmar que hoy en Latinoamérica se escribe y lee más ficción especulativa que nunca antes, entendiendo por ella el campo que engloba géneros más o menos codificados (ciencia ficción, new weird, terror, distopía). Pero ahora los escenarios distópicos no son causados por extraterrestres o viajes en el tiempo, sino por virus, inteligencias artificiales, clones, drones y entidades no-humanas que activan una temporalidad diferente. Muchas de estas nuevas ficciones ocurren, de hecho, en un futuro cercano bastante inquietante que se parece demasiado a nuestro presente.
Este buen momento por el que pasa la ficción extraña se puede comprobar por el gran nivel de antologías como El tercer mundo después del sol,Esta realidad no existe,Contaminación futurao Mundo Weird Vol. 1.También por sellos interesantes que publican este material, como Vestigio en Colombia, El Cuervo en Bolivia o Marciana, Indómita Luz o Caja Negra en Argentina. Algunos de los autores y autoras para tener en cuenta son Edmundo Paz Soldán, Liliana Colanzi y Maximiliano Barrientos (Bolivia), Luis Barragán y Juan Cárdenas (Colombia), Ramiro Sanchiz (Uruguay), y Juan Mattio, Claudia Aboaf, Laura Ponce, Michel Nieva y Yamila Bêgné (Argentina).
Ahora bien, ¿cuál sería el rasgo distintivo de la literatura especulativa producida en nuestra región, si es que hay alguno? A diferencia de la profusa producción tecnológica de otras zonas del planeta, que tanto inspira a escritores anglosajones, la ciencia ficción latinoamericana se apoya en lo originario, en imaginarios y paisajes propios de las culturas de cada país, de allí que el chamanismo y las plantas sagradas ingresen, por ejemplo, en algunas novelas generando efectos alucinógenos sobre las tramas y los personajes.
Por otra parte, nuestras tradiciones ancestrales chocan con los futuros eficaces de los países extranjeros, y cobran potencia en las ficciones en cruce con las características de la realidad latinoamericana: la precariedad material, la represión social, la inestabilidad económica. Lo interesante es rastrear en la producción contemporánea de qué manera la literatura hackea los sistemas establecidos para proponer en las ficciones otras alternativas de convivencia. Nuestra cultura literaria, con toda su complejidad y exotismo, es más que nunca un campo de experimentación en el que están dadas las condiciones creativas para que aparezcan nuevas formas de comunidad.
Las voces de la naturaleza
Comentemos ahora dos proyectos asociados a la poesía promovidos por mujeres que proponen una forma literaria de activismo. Uno es el curioso Ruge el bosque, que busca recuperar la tradición latinoamericana de la ecopoesía a partir del mapeo de voces que se centran en el medioambiente y sus conflictos regionales. La ecopoesía no es nueva: su tradición se remonta, por ejemplo, a los poemas del entrerriano Juan L. Ortiz, y continúa con los “ecopoemas” de Nicanor Parra publicados en Chile en 1982. Se diferencia de la “poesía sobre la naturaleza” justamente por su explícita conciencia ecológica.
Llevado adelante por Valeria Meiller, Javiera Pérez Salerno y Whitney DeVos, entre Argentina, México y los Estados Unidos, Ruge el bosque considera que escribir versos puede ser un acto de resistencia y que el de la poesía es el lenguaje más apropiado para representar los conflictos climáticos, lingüísticos y sociales actuales. A partir de una open call a poetas del sur global, recibieron más de cien postulaciones poéticas que volvían la mirada hacia los ecosistemas, registrando qué cambios se produjeron en los territorios, qué formas de vida ya no existen. Con los poemas seleccionados prepararon una antología con veinticuatro autores y autoras llamada Ruge el bosque. Volumen 1: Ecopoesía del Cono Sur en la que se “traza un mapa ecológico por la materialidad de lenguas, ecosistemas y cosmovisiones regionales en el cruce de la respiración poética y la respiración planetaria”, con poemas escritos en distintos registros del español y en guaraní. A su vez, el proyecto se ramifica en presentaciones performáticas y un podcast llamado Ecoteca
Por su parte, la escritora y editora mexicana Isabel Zapata publicó en 2019 el poemario híbrido Una ballena es un país, en el quereniega de la visión antropocéntrica del mundo y se propone dar lugar a los misterios y las vidas de los animales. Su libro es un elogio a la naturaleza que busca tender puentes de empatía a través de la literatura. En su interior conviven algunos textos más lúdicos (como una nota que le escribe Vladimir Yazdovsky, el director del programa de entrenamiento canino, a la perra Laika, el primer ser vivo en orbitar la Tierra) y otros más líricos (como el poema que se llama “Razones para no pisar un caracol”) con la intención de que reflexionemos sobre la convivencia entre especies.
Tanto Ruge el bosque como este libro de Zapata persiguen tal vez un mismo fin: que la literatura sea la zona en la que se dé la discusión sobre cómo vivir juntos, cómo generar una convivencia entre organismos vivos y ambiente, a partir del respeto por la curiosidad y la diversidad. Una convivencia que busque expandir los horizontes posibles para todos, no solo de los humanos. Será tarea de los lectores y las lectoras involucradas poner en práctica esas alternativas en nuestras realidades cotidianas, traducir las propuestas en acciones concretas que apunten a transformar la catástrofe hacia la que parece dirigirse el planeta que habitamos. No está claro si lo lograremos. Pero si el fin del mundo llegará indefectiblemente, por lo menos que nos encuentre con un libro en la mano.
Malena Rey es licenciada en Letras (UBA), editora en Caja Negra y periodista cultural. Coordina el ciclo Conversaciones de entrevistas con escritores en el Museo Malba. @noeselcaso
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