Dignora Pastorello en Calvaresi

Querida Dignora (segunda parte)
Dignora Pastorello
Calvaresi Contemporáneo
03.05.22 | 31.05.22

Con curaduría de la artista y licenciada en Historia Paola Vega, Calvaresi Contemporáneo presenta Querida Dignora, una muestra en dos etapas dedicada a la obra de Dignora Pastorello (Banfield, 1913 - Buenos Aires, 2001). En el marco de la exhibición y en coincidencia con la inauguración de su segunda parte, tuvo lugar la presentación del libro que reproduce las obras, el texto curatorial, un ensayo de la historiadora del arte Sofía Dourron y cuenta con el relevo de archivos y estudio biográfico de la curadora (Dignora Pastorello, Ivan Rosado, Rosario, 2022). 

Relata Vega que el proyecto de la muestra surgió a raíz de la inclusión de un retrato de la artista en su libro Las promesas (Ivan Rosado, Rosario, 2020), el cual compila registros fotográficos de mujeres artistas de la Argentina hasta los años sesenta, e incluye a artistas cuyos nombres, en muchos casos, han caído en el olvido en mayor medida que los de sus colegas varones. La “sencilla idea” consistía en traerlas a la memoria y darles visibilidad: “ver sus rostros, sus expresiones, que ellas aparezcan en escena, en sus atelieres, trabajando, en algún viaje, en alguna reunión…” –escribe Vega–. En su página 22 aparece Pastorello, a quien considera integrante de “un grupo que no es fácil de ubicar, como si se las hubiera tragado la tierra”. Si bien se las menciona en listados de muestras y salones, “luego no hay más registros en archivos públicos ni en privados, ni sus nombres son recordados por testimonios de la época. Sin embargo, el hecho de estar en esos listados o de que alguna obra pertenezca a la colección de un museo, da cuenta de que eran artistas activas en su época”.  Vega halló  estos registros en el Centro de Documentación para la Historia de las Artes Visuales de la Fundación Espigas y en la Biblioteca y Archivo del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y en la Biblioteca y Archivo del Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori. 

En dos fascículos de la serie La Argentina en el arte (#11 y #12, Viscontea Editores, Buenos Aires, 1967) Manuel Mujica Lainez publicó textos sobre arte ingenuo −reeditados recientemente como La pintura ingenua. Pequeño diccionario de la pintura ingenua (Ivan Rosado, Rosario, 2018)−; Manucho hace foco allí en artistas que producían sus obras por fuera del sistema del arte establecido, no solo desde un aspecto comercial, sino también por sus métodos, como, por ejemplo, el tratamiento simple del color. Pintaban sobre todo tipo de soportes y los motivos consistían principalmente en arreglos florales, animales, parejas de la mano y árboles con dimensiones de fantasía. Pastorello desarrollaba ese tipo de motivos y su nombre integra esa lista, pero se diferencia, fundamentalmente, por haber estudiado en la Escuela Nacional de Bellas Artes y luego en talleres de importantes maestros como Jorge Larco, Ramón Gómez Cornet y Luis Centurión. Expuso sus obras individual y colectivamente a partir de los años cincuenta y conformó el Grupo de los Cinco junto a Ángel Fadul, Juan Ibarra, Andrés Fernández Taboas, Mario Vuono. Entre otras exhibiciones, en 1967 fue invitada a participar de Primitivos actuales de América en Madrid, que luego recorrió diferentes ciudades de Europa y América. 

 

Para ampliar la información sobre su vida y obra, la curadora entrevistó a una sobrina de la artista, María Isabel Pastorello, quien aportó recuerdos familiares y otros detalles biográficos. Entre ellos, Vega remarca que “pintaba todos los días, desde las 9 a las 17 horas, algo que nunca dejó de hacer” y que “amaba los gatos. En muchas de sus obras aparecen gatos negros. Su propio gato le ha servido de inspiración, reencarnando cuantas veces fuera necesario. Cada vez que el gato negro moría, otro de características similares llegaba al hogar… y volvía a tener el mismo nombre: Satán”. 

Dourron escribe: “como si buscara confirmar su propia existencia en la pintura, Dignora se entregó a retratar, casi obsesiva, versiones alteradas de sus entornos, una y otra vez. Retrata su casa y las de otrxs, sus viajes y sus caminatas, vistas de balcones, pájaros, gatos y personas, interiores, callecitas, campos y playas”. Y subraya que las pinturas “parecen transcurrir, una tras otra, como meditaciones ontológicas, que recorren lentas las superficies de las cosas buscando un algo más, una materia escondida debajo de los dameros y detrás de las paredes, un centro oscuro y apartado que no se deja ver”. Vega especifica que “fue una gran observadora de todo aquello que la rodeaba, ya sea de los lugares que habitó en Buenos Aires, como de aquellos por los que estuvo temporalmente en sus travesías. No utilizaba fotografías para sus trabajos. Tampoco realizaba bocetos para pasarlos luego a la tela, sino que se servía de un lápiz y un cuaderno que llevaba consigo para tomar apuntes. Con algunas simples líneas, de modo rápido, creaba los diagramas que le servirían de ayuda memoria al momento de pintar. Todo lo demás estaba en su retina. Simple y rotunda, tenía su cuaderno con sus bosquejos y nada más”. En una nota del diario La Prensa aparecida el 13 de diciembre de 1987 –prosigue Vega–, “Dignora comenta que viajaría a Punta del Este y que volvería a Buenos Aires cuando la ola de turistas llegase a Uruguay, para vivir el verano solitario porteño. Aclara que lleva sus elementos para pintar, ya que nunca dejaba de hacerlo, ni cuando estaba de viaje. Pintar como respirar”.