Bienal Fantasma en UTDT

El Departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) presenta la exposición final de su Programa de Artistas. Dirigido desde 2018 por Carlos Huffmann, en 2021 la muestra corresponde a una selección de trabajos de quienes han participado de su XII edición −año 2020−: Manola Aramburu, Ariel Baigorri Theyler, Rodrigo Barcos, Karen Bendek, Ariana Beilis, Julián Brangold, Daniel Chernov, Noelia Correa, Lorena Croceri (integró el programa, pero no la muestra), El Pelele, Camilo Elia, Tamara Goldenberg, Sofía Kauer, Triana Leborans, Catalina Oz, Catalina Perez Andrade, Maggie Petroni, Marcelo Pombo, Florencia Sadir y Francisca Somigliana. El grupo cursaba el programa y se reunía semanalmente en el Seminario de Análisis de Obra, a cargo de Josefina Carón, Jorge Macchi y Marcelo Pombo. A ellos, se sumaban Sol Echevarría, Carlos Godoy, Eugenia González-Mussano, Gaspar Núñez, Sofía Tarditti y Maca Zimmermann, cursando la especialidad Crítica y Curaduría de Arte.

Las clases comenzaron en marzo de 2020 en modalidad presencial y rápidamente debieron migrar a las plataformas digitales. En cuanto al Seminario de Análisis de Obra, “la pandemia impidió compartir el mismo espacio físico de discusión y también limitó la experiencia de diferentes aspectos de las obras. A partir de ese momento, los artistas mostrarían sus caras, un pequeño recuadro de su entorno y sus obras solo a través de fotografías o videos. Era muy difícil no percibir en esta limitación una dimensión que se perdía. El desafío, por lo tanto, fue encontrar un lugar para la discusión a pesar de todas las dificultades”, dicen desde la UTDT, y subrayan: “esa percepción imperfecta e incompleta es un signo de este tiempo, que debe ser explotado más que nunca”. En ese sentido, el grupo de Curaduría cuenta: “nuestra cursada fue en cierta medida fantasmal ya que osciló siempre entre la presencia y la ausencia. A la hora de llevar a cabo la exposición final, aprovechamos esta circunstancia para salirnos del cubo blanco que propone la Sala de Exposiciones y desbordarnos por las instalaciones de la UTDT”, como lo hacen las bienales de arte, que abarcan espacios diversos y vacíos en un territorio. En su propuesta instaron “a lxs artistas a trabajar proyectos nuevos, a elegir obras complejas, inacabadas, a expandirlas por el espacio y/o asumir desafíos. En base a estos procesos se armaron los núcleos de afinidad material y/o temática como resultado de una convivencia inestablemente presencial, pero decididamente conectada”. El título de la muestra, Bienal Fantasma, sintetiza estas condiciones para el desarrollo de los trabajos.

La muestra comienza en la Sala de Exhibiciones de la UTDT, donde un video proyecta el texto curatorial en letras amarillas sobre fondo negro, acompañado de una banda de sonido especialmente creada por Daniel Chernov (Buenos Aires, 1988). Allí se manifiesta, entre otras cosas: “Nuestra premisa es encontrar el lugar perfecto aunque no exista”. La muestra prosigue en el Sector Parrilla con una obra de Florencia Sadir (San Miguel de Tucumán, 1991; vive en Salta) que instala una media sombra rellena de hojas de algarrobo, debajo de la cual dibuja con cuentas de barro los objetos que los habitantes del noroeste argentino cuecen en los hornos comunitarios, que funcionan durante un determinado período de tiempo para ser luego destruidos.

En el Aula P4, perteneciente al área que el programa suele dedicar a las performances, se exhiben trabajos de Camilo Elia (Buenos Aires, 1994), Ariel Baigorri Theyler (Córdoba, 1978) y Santiago Colombo (La Plata, 1992), que participa como invitado. El primero, armó un mecanismo que toma energía solar desde el exterior de la sala para alimentar un tubo de luz circular. El visitante se instala sobre una pequeña plataforma al lado de la luz y desde allí observa cómo el trabajo se expande hacia las paredes laterales en una superposición de líneas que forman dibujos. El segundo, instaló una serie de objetos metálicos que dialogan con los detalles arquitectónicos del espacio. El tercero, por su parte, presenta un mecanismo que hace mover una mano esculpida y automatizada, evocando la acción en una situación de ausencia de personas.

En otra de las aulas del programa, P6, un conjunto de obras establece un diálogo con diferentes estructuras institucionales. Sobre un alto pedestal en el centro del espacio, Catalina Oz (Buenos Aires, 1986) instaló una escultura que funciona como un monumento alusivo a la maternidad clásica y continúa así su exploración sobre la representación de lo femenino y sus mitologías. Rodrigo Barcos (La Plata, 1991) enmarca en dorado una selección de retratos de prensa tomados durante los períodos presidenciales de Carlos Saúl Menem (1989-1999), incluyendo la imagen de María Julia Alsogaray envuelta en pieles en una portada de la revista Noticias (julio de 1990), cuando se desempeñaba como Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano. Debajo de los retratos, sobre el suelo, un conjunto de vidrios rotos forman un cuadrado perfecto. Manola Aramburu (Buenos Aires, 1989) pinta con labiales una perla en el interior de un molusco. La obra dialoga con dos impresiones de Flower Abstraction, pintura de la estadounidense Georgia O’Keeffe (Sun Prairie, 1887 – Santa Fe, New Mexico, 1986), que pasaron a integrar el “dominio público” este año. Tamara Goldenberg (Buenos Aires, 1988) fotografía obras pertenecientes a diferentes colecciones patrimoniales que se exhiben de manera permanente en un museo. Luego las enmarca y las traslada a otras salas, para fotografiarlas nuevamente en un contexto diferente del que le asigna la estructura institucional.

La muestra desborda el sector del Departamento de Arte de la UTDT: Francisca Somigliana (Buenos Aires, 1992) utiliza uno de los auditorios de la universidad (aula P2) para proyectar el video Runas de Bluetooth, que surge de su investigación sobre la figura de la mujer con relación a la brujería en películas de temática fantástica y clase B. En el Hall Clorindo Testa, Karen Bendek (Barranquilla, 1986) instala una serie de piezas textiles que forman esculturas en diálogo con las columnas del espacio diseñado por el célebre arquitecto y artista.

Por ascensor se accede a una gran sala en el cuarto piso, con los últimos detalles de construcción aún pendientes. Este espacio reúne trabajos de Triana Leborans (Buenos Aires, 1984), que, en colaboración con Matías Tomas (San Miguel de Tucumán, 1990), utilizan la luminosidad natural de las ventanas para que diversos objetos transparentes proyecten sus sombras sobre el piso a través de papeles traslúcidos. Sobre una de las paredes adyacentes, Catalina Perez Andrade (Buenos Aires, 1991) cuelga una serie de pinturas basadas en escenas de películas pertenecientes al género giallo [amarillo], que mezcla tramas de erotismo y terror para generar un importante despliegue visual. Fue desarrollado principalmente en la Italia de los años setenta, con títulos como A Lizard in a Woman’s Skin (1971), de Lucio Fulci o Tenebre (1982) de Dario Argento. En medio de la sala se levantan columnas metálicas de Ariel Baigorri Theyler, esculturas armadas con carcasas de CPU, pantallas y fragmentos de estaño extraídos de las fichas de las computadoras y moldeados con calor. Manola Aramburu presenta aquí una obra que cuelga del techo en hilos de los cuales penden coloridas cuentas de acrílico formando una imagen floral que brilla con la luz solar y contrasta con las paredes y las columnas de metal. Más adelante, ante la imposibilidad de exponer una obra performática en la sala, Ariana Beilis (Santa Fe, 1983) presenta una instalación cuya pieza central es una imagen fotográfica de ella misma caracterizada como mueble. Muy cerca, una lengua húmeda y de estatura humana, realiza pequeños movimientos, obra de Sofía Kauer (Río Cuarto, 1990) en colaboración con Nicolás Licera (Mendoza, 1986). Laura Códega (Campana, 1977) participa como invitada con su video L’Arte e la Vanitá (2015), originalmente presentado en la primera edición de Bellos Jueves (2015), el ciclo curado por Santiago Villanueva en el Museo Nacional de Bellas Artes.

 

Para llegar a la última etapa habrá que viajar en ascensor desde la “sala luz”, como le dicen en el programa, hasta el garaje en el segundo subsuelo del edificio, donde Noelia Correa (Córdoba, 1984) pintó un rectángulo negro sobre el que instaló una escenografía. Allí, ante un público limitado a quince espectadores, un chamán incrustó en su pecho un anillo de platino. Además, Manola Aramburu muestra pinturas hechas con óleo perlado, “mares” que brillan tenuemente con la luz artificial del subsuelo. Dos pequeñas criaturas se paran a sus pies: un alter-ego de El Pelele (Lucas Gabriel Cardo, Córdoba, 1993) o “El Pelele araña” y un personaje enmascarado. El artista explica que pertenecen al álbum “Amenaza” y toman la forma de los espíritus nocturnos de las pesadillas. Maggie Petroni (Buenos Aires, 1986) construye grandes superficies espejadas con fragmentos de espejos rotos e incrustaciones de luces rotas de autos, suelas de zapatillas y latas de bebidas energizantes, en piezas que aglutinan los restos de la fiesta y de la noche. Aquí pueden verse dos pinturas más de Catalina Perez Andrade, que, en este caso, cuelgan sin bastidor en medio del espacio. Al transitar los escalones para volver, sobre la baranda y las paredes, el visitante puede arrancar pequeños flyers impresos con dibujos que Marcelo Pombo (Buenos Aires, 1959) realizó entre 1982 y 2000 y que este año habilitó para utilización bajo licencia Creative Commons: “imágenes liberadas para descargar y utilizar, intervenirlas y modificarlas, de modo simple y sin necesidad de autorización” −explica−. Mientras tanto, desde un reproductor de MP3, suena una pieza de sonido de Daniel Chernov que acompaña el recorrido hacia la planta baja. La muestra concluye en el Aula de Cine, donde El Pelele presenta el video que produjo con Silvio Lang para su álbum “Amenaza”, allí combina la música experimental con la estética del cine mudo y del arte digital, incluyendo el diseño de la tipografía.