Aurora Castillo en Moria

Para su primera muestra individual en Moria, Aurora Castillo (Buenos Aires, 1987) crea “un mundo, un paisaje, un lugar”, que es también una “ficción especulativa” −según describen Malena Low y Ramón Arteaga, autores del texto de sala−. Ha llamado Nebhundular a ese espacio, envuelto en luces, colores, dibujos, esculturas y un diseño de sonido especialmente creado por el compositor Andrés Serantes. Sus habitantes, los nebhundiles, “pueden andar como organismos o como agrupamientos, pero sus junturas… [se basan] en aceleraciones que producen todo el tiempo nuevas recomposiciones. Son estados momentáneos que adquieren las formas. Las fuerzas que a cada momento definen un organismo son oblicuas por no ser derechas; no puede predecirse, calcularse o establecerse una direccionalidad” −prosigue el texto−. Aquí, “cada elemento puede deformar y ser deformado sin la rigidez cruel de un mundo en el que unas cosas prevalecen sobre otras”. 

En el ingreso de la galería, la artista instaló una luz envolvente de color fucsia y una de sus “nebhundilas” (Nebhundila II, 2021), un paisaje abstracto pintado sobre una tela transparente, que prolonga sus colores pastel y trazos vaporosos para cubrir también el marco que la encuadra. “Un fenómeno como la transparencia podría ser un entrecruzamiento −explican Low y Arteaga−. El tejido no es indiferente al aire, lo deja pasar como viento luminoso a través de una forma que a su vez fue una mancha de agua colorida que se entretejió en sus redes”. Dentro de la sala, el tríptico Las tres amigas (2021) forma un reducto circular con telas translúcidas teñidas de colores pastel, de tres metros de largo cada una. En este caso, no se trata de obras enmarcadas, sino de tres finos y etéreos rectángulos suspendidos del techo, unidos entre sí por una compleja red de cuerdas enruladas. “En su conversación de rayos, [las amigas] hacen parte de su contenido al aire que las rodea, lo evidencian y lo colorean con lo que se dicen”, comentan Low y Arteaga. 

 Otras habitantes de este mundo, Las caminantas I y II (ambas, 2021), se levantan en medio de la sala desde una estructura metálica en que las líneas rectas tienden a componer fragmentos de círculos y a enrularse sobre sí mismas. Quizá a modo de bandera, sobre esas dos estructuras cuelgan sendas telas pintadas, con características, también aquí, de transparencia y volatilidad. Estos personajes-esculturas llevan cestas que, según el texto, van tejiendo a medida que avanzan en su camino. En ellas “llevan historias para contar, pero lo que se cuenta también es la propia canasta que se enreda en sus pies”. Avanzan en espiral y “su andar es expansivo, van incorporando su entorno a medida que lo crean. Por eso caminar, tejer y contar es un único movimiento que existe en la medida en que se descentra y se multiplica”. Este acto “es una puesta en escena del Principio undutelar, el principio de mundificación de Nebhundular. Los círculos, los bucles, las ondas, las vueltas y las espirales son figuras que van urdiendo un espacio en el que las cosas ya no caen en línea recta. Este principio orienta el movimiento de las fuerzas oblicuas hacia la multiplicación de la trama simbiótica que enreda los organismos” –prosigue el texto−. Este Principio Undutelar (2021) proporciona título a una de las pinturas enmarcadas, en la cual se observan, sobre los colores de la tela, dos conjuntos de círculos concéntricos que se entrecruzan y varias líneas curvas que surgen al interior de ellas, que parecieran impulsarse en un movimiento centrífugo. 

 Otra de las pinturas, Acrobacias fotosintéticas (2021), cuelga sin marco en la pared, pero se continúa en una estructura rígida de acrílico sobre la cual surgen unas sutiles figuras circulares, casi transparentes, que parecen trazadas por la humedad del ambiente. Sobre ella, se apoya un rulo irregular de aluminio. En la sala, otro rulo metálico cuelga del techo y tiembla con el viento que entra por la ventana, interactuando con la luz y el sonido del interior, y trazando un dibujo móvil en el espacio. Está formado por una “cinta” de aluminio y pintado con esmalte sintético (Spirácula dibujanta, 2021). 

En este espacio, las figuras se van haciendo visibles “como en un sueño o un avistaje… −señalan Low y Arteaga−. Este mundo está imaginado como una bolsa en la que los extremos de la imaginación adquieren la forma de lo que va pasando en su interior. La relación de esta ficción con nuestro mundo, el de los microbios, los humanos, las plantas y la industria, no es de borrón y cuenta nueva. Por el contrario, las historias que cuenta cada especie pasajera, habitante o material nebhundil traen una prehistoria que remite a las nuestras”. Los autores aseguran además que “Nebhundular puede ser otra manera de relacionarse con lxs otrxs; pero también puede ser una forma distinta de ver las cosas: la transparencia como el ablandamiento del aire, una curva en el acero como un caracol fantástico llevando un banderín, una cuerda como una red-resorte-tejido-bolsa-canasta”.