Martín Reyna en Del Infinto

El color en tránsito
Martín Reyna
Del Infinito
11.03.22 | 03.06.22

Martín Reyna (Buenos Aires, 1964) presenta El color en tránsito en Del Infinito: una instalación de pintura que se extiende a lo largo de 36 metros de papel Fabriano colgado del techo en olas serpenteantes de color que atraviesan las salas de la galería. Radicado en París desde hace tres décadas, el artista desarrolló estos trabajos entre Maldonado (Uruguay), Chascomús, Pinamar y El Bolsón, a la altura del Paralelo 42°, donde suele detenerse a pintar en sus visitas a la Argentina. El proyecto invita a espectadores y espectadoras a adentrarse en la obra y transitar su recorrido. 

Fue Julián Mizrahi, director de Del Infinito, quien sugirió a Reyna la realización de un “acto experimental” que liberara a la pared de su función de sostén, abriendo la posibilidad de que las piezas se desplieguen en el espacio y se desarrollen como volúmenes. “Para realizar esta exposición –cuenta en el texto de sala– nos dejamos llevar por la idea del papel como objeto, su maleabilidad y las infinitas posibilidades de ver la pintura, marcar sus velocidades, curvas y rumbos, casi con la intención de sumar volumetría a una obra primeramente bidimensional. Hemos conversado acerca de los ritmos, descansos, momentos coloridos y otros desaturados y de la vida misma, especialmente en estos días cargados de tantas emociones encontradas que inevitablemente se funden también en los colores del papel”.

El recorrido de las obras está planificado específicamente para la arquitectura de la galería. Sin embargo, el artista las produjo en exteriores, situándose en relación con el paisaje, allí donde apoya sus papeles en forma paralela al piso y diluye las tintas con agua, a la cual considera “mediadora” entre las sustancias orgánicas y la pintura. El proceso incorpora marcas del entorno, como la línea de un insecto que corrió la tinta o pequeñas partículas de madera y pasto que se incrustan sobre la superficie y sobresalen mínimamente, mimetizándose con los movimientos del color. Philippe Cyroulnik, autor de un extenso ensayo para el libro monográfico de Reyna paralelo 42° (Estela Gismero, 2017), observa que el paisaje se disuelve en la pintura “sin por eso ausentarse” y subraya la capacidad de evocarlo, pero también de “abstraerse para enfrentarse a la pintura misma”. Es así como el artista no pinta “a partir del motivo, sino ‘en’ el motivo. Este registro está vinculado a una horizontalidad propia del suelo, donde la pintura es un campo de efusión, el color se derrama en ese movimiento que dibuja una red de colores. Aquí se producen efectos de reflejos y volumetrías… Estos papeles tienen algo de telúrico”. Y cita a Reyna, quien manifiesta que la obra es acá “el acto mismo de la pintura y el resultado corresponde a la acción de la luz, del paisaje, del contexto y del color sobre la superficie del papel”. 

La muestra convierte a la pintura, de este modo, en un volumen visual que se integra a la espacialidad de las salas. Los colores de la obra se proyectan sobre paredes, visitantes y hasta salen por las ventanas hacia la calle, produciendo una nueva instancia de interacción entre pintura y contexto.